Hace muchos años leí el libro "El Señor" de Romano Guardini. El profesor de Sagrada Escritura que me lo regaló, me aseguró que sería un libro de mucho provecho. Una de las reflexiones que más impresión me causó fue la meditación sobre la traición de Judas. He recordado este texto, pues a lo largo de estos días de la semana santa -lunes, martes y miércoles- este elegido del Señor se hace presente en los relatos evangélicos de la santa Misa. Después de algunos problemas técnicos para conseguir el texto, les adjunto la primera parte de la meditación. Espero que sea de provecho.
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Judas (Primera parte)
La tradición evangélica retrata la figura y la actuación de judas con los rasgos que arrojan los siguientes textos:
«Entonces se reunieron los
sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote,
que se llamaba Caifás, y decidieron prender a Jesús con engaño y darle
muerte... Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, se fue a ver a
los sumos sacerdotes y les dijo:
–¿Cuánto me dais, si os lo
entrego?
Ellos le prometieron treinta
monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo» (Mt 26,33.1416).
De ese mismo personaje ya se
había hablado en un episodio anterior. En el evangelio según Juan se dice:
«Seis días antes de la Pascua,
Jesús llegó a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre
los muertos. Y allí ofrecieron a Jesús una cena; Marta servía a la mesa y
Lázaro era uno de los comensales. Durante la cena, María se presentó con un
frasco de medio litro de perfume muy caro, esencia de nardo puro, ungió los
pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y toda la casa se llenó de la
fragancia de aquel perfume. Pero uno de los discípulos, Judas Iscariote –el que
lo iba a traicionar–––, comentó:
–¿Por qué no se ha vendido ese
perfume por más de trescientos denarios y se ha dado [el importe] a los pobres?
Pero dijo eso no porque le
importaran los pobres, sino porque era un ladrón y, como estaba al cargo de la
bolsa común, robaba de lo que. se echaba en ella» (Jn 12,1–6).
Y en el mismo evangelio, en el
relato de la última cena, se dice:
«Dichas estas palabras, Jesús
se sintió profundamente conmovido y declaró sin titubeos:
–Os aseguro que uno de
vosotros me va a traicionar.
Los discípulos empezaron a
mirarse desconcertados, sin saber a quién podría referirse. Uno de ellos, el
discípulo preferido de Jesús, estaba reclinado a la mesa sobre el pecho de
Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase a quién se refería.
Entonces él se inclinó otra vez sobre el pecho de Jesús y le preguntó:
–Señor, ¿quién es?
Jesús le contestó:
–Aquél a quien yo dé este
trozo de pan mojado en la salsa.
Y mojando el pan, se lo dio a
Judas, hijo de Simón Iscariote. Y con el bocado entró en él Satanás. Entonces,
Jesús le dijo:
–Lo que vas a hacer, hazlo
cuanto antes.
Pero ninguno de los comensales
entendió por qué le había dicho aquello. Algunos pensaron que, como Judas
estaba encargado de la bolsa común, Jesús le había dicho que comprara lo
necesario para la fiesta, o que diera algo a los pobres. Por su parte, Judas,
nada más tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche» (Jn 13,21–30).
Más adelante, se cuenta cómo
Judas llevó a cabo su propósito:
«Cuando Jesús terminó de
hablar, salió con sus discípulos y, después de cruzar el torrente Cedrón, entró
con ellos en un huerto Judas, el que lo iba a traicionar, conocía también el
sitio, porque Jesús solía reunirse allí con sus discípulos. Así que tomó
consigo una patrulla de soldados romanos y guardias de los sumos sacerdotes y
de los fariseos, y se presentó en el lugar con sus acompañantes, armados con linternas,
antorchas y palos» (Jn 18,1–3).
La continuación del relato,
según Mateo, dice así:
«El traidor les había dado
esta señal: "Al que yo dé un beso, ése es; detenedlo". De modo que,
nada más llegar Judas se acercó a Jesús y le dijo:
– ¿Qué tal, Maestro?
Y lo besó. Pero Jesús le dijo:
– Amigo, ¿a qué has venido?
(Mt 26,48–50)
En el relato según Lucas se
añade:
«Judas, ¿con un beso entregas
al Hijo del hombre?» (Lc 22,48).
Y en la narración según Mateo,
el episodio termina:
«Entonces se acercaron,
echaron mano a Jesús y lo detuvieron» (Mt 26,50).
El relato de la traición de
Judas se cierra de la siguiente manera:
«Al amanecer, los sumos
sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron unánimemente la decisión de
condenar a muerte a Jesús. Lo maniataron, lo llevaron preso a la presencia del
gobernador romano, Poncio Pilato, y se lo entregaron. Judas, el traidor, al
enterarse de que habían condenado a muerte a Jesús, sintió remordimientos. Y
fue y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los
ancianos, diciéndoles:
–He pecado, entregando sangre
inocente.
Pero ellos replicaron:
–Y a nosotros, ¿qué nos
importa? ¡Allá tú!
En respuesta, Judas arrojó las
monedas hacia el santuario y se marchó. Luego fue, y se ahorcó. Los sumos
sacerdotes recogieron las monedas y dijeron:
–No nos es lícito echarlas en
el tesoro del templo, porque son precio de sangre.
Después de deliberar,
decidieron comprar con ellas el Campo del Alfarero, para cementerio de
inmigrantes. Por eso, aquel terreno se llama hasta hoy "Campo de
sangre"». (Mt 27,1–8).
Al grupo de los más íntimos de
Jesús pertenecía Judas, nacido en la aldea de Keriot, un personaje al que la
sensibilidad cristiana ha visto siempre como el símbolo por antonomasia de la
más horrenda traición. En cuanto a nosotros, también estamos ya habituados a
ver al traidor junto a su Maestro. Y quizá, hasta nos hemos forjado una teoría,
según la cual junto al héroe glorioso tiene que haber oscuridad, y junto al
modelo de santidad consumada debe aparecer el mal. Pero esa teoría no se ajusta
a razón, pues en modo alguno es necesario que ante al «Consagrado de Dios» (cf.
Lc 4,34) haga acto de presencia la traición. Jamás debió suceder que el Señor
fuera vendido por uno de los suyos, uno que pertenecía al grupo de los que él
llamaba «sus amigos». Entonces, ¿cómo pudo ocurrir una cosa semejante? ¿Cómo un
hombre elegido por el propio Jesús para formar parte del grupo de sus íntimos
pudo pensar y actuar de ese modo? Esta pregunta no ha dejado de suscitar
continuas discusiones. Entre las respuestas que se han presentado cabe destacar
dos, como más pertinentes. Primero, una respuesta popular. Según ella, Judas
sintió realmente el llamamiento de Jesús, al que reconoció como el Mesías y,
quizá, incluso como el Hijo de Dios. Pero no logró arrancar de su corazón la
semilla del mal, sino que permaneció anclado en su avidez y vendió a su Maestro
por su desmesurada avaricia. Así surgió la tenebrosa figura del traidor por
antonomasia, en cuanto imagen mítica de la maldad. Quizá también contribuyera a
esto el deseo de encontrar un culpable del lacerante destino de Jesús, a la vez
que esa reprobación ofrecía la posibilidad de descargar en otra persona el
sentimiento de la propia culpabilidad... Pero junto a esa respuesta más bien
simple –quizá, demasiado–, hay otra mucho más complicada. Según ésta, Judas
habría sido una persona muy sensible, bien conocedora de las profundidades más
oscuras de la existencia humana. Tenía fe en el Mesías y abrigaba la firme
convicción de que éste habría de restablecer el reino de Israel. Pero, al mismo
tiempo, percibía en Jesús la sombra de la duda. Así que decidió ponerlo a
prueba, incluso en peligro de muerte. Entonces sí que tendría que actuar,
empleando todos sus poderes supraterrenos para restablecer la ansiada
soberanía... O también, profundizando aún más en la oscura mente del personaje,
Judas era consciente de que la redención debería producirse por la muerte del
«Consagrado de Dios». Por eso, para que sus hermanos pudieran alcanzar la
salvación, asumió él, en su propia persona, el indispensable destino de
traicionar a Jesús. Por la salvación de los otros, Judas eligió para sí mismo
la infamia y la condenación. Sin embargo, todas esas consideraciones son puras
sutilezas especulativas sin fundamento alguno en la Sagrada Escritura. Son, más
bien, producto de una filosofía romántica del mal, que contradice al espíritu
de la revelación. Por otra parte, tampoco aquella primera consideración –que
hemos llamado «respuesta popular»– es exacta, aunque a primera vista pudiera
apelar al comentario del apóstol Juan. Es demasiado simple. En la vida, las
cosas no suceden así. Por eso, vamos a centrarnos únicamente en los textos, sin
añadir más de lo imprescindible para presentarlos en su propia coherencia
interna.
Romano Guardini
En 1953, más de cincuenta años antes de la restauración y publicación de la traducción del "Evangelio de Judas" (contenido en el "Codex Tchacos"), Ediciones Sol, en México, publicaría la obra "El Vuelo de la Serpiente Emplumada" que consta de Tres Libros.
ResponderEliminarEl Libro Tercero contiene el relato del Apóstol Judas de Kariot de sus últimos días con su “Rabí Jesús” y en el que se clarifica que, tal como muestra el “Evangelio de Judas”, Judas no traicionó a Jesús el Cristo, sino que hizo lo que hizo, “más presto”, por amorosa, y por ello dolorosa, obediencia a su Maestro, realizando “el Papel” que Jesús le indicó que hiciera…
“…suponer que Judas pudo engañar a Jesús es poco menos que blasfemar. La relación entre Cristo y sus discípulos es una relación que no puede concebir el hombre en términos de una vida ordinaria basada en las comprensiones que aportan los sentidos. Es necesario ir tras los sentidos. O sea formarse ojos para ver y oídos para oír; ver y oír significados más que hechos aislados, es ver y oír en un plano de relaciones. Se dice que Judas traicionó a Jesús, pero cuando se capta el significado de los hechos bien pronto se advierte que la conducta de Judas no fué obra de su propia voluntad; fué obligado a vender a Jesús. Lo que ‘vender’ significa en el lenguaje evangélico está relacionado con la pobreza o riqueza en espíritu. Solamente recuerda que se dice el reino de los cielos como algo muy precioso que un buen mercader encuentra, y que enseguida ‘vende’ todo cuanto tiene para poder hacerse de esa preciosidad. Invierte el proceso para acercarte a un entendimiento. El misterio de Judas es uno de los misterios que más nos confunden. Jesús sabía que iba a morir. Es más, sabía cómo iba a morir. Su muerte estaba ya predeterminada, de modo que no cabía traición alguna, porque cualquier traición requiere el elemento de una confianza basada en una ignorancia. Piénsalo un poco. Porque Jesús insiste en que él escogió a los doce y que uno de ellos era el diablo. Mirando los hechos retrospectivamente resulta muy fácil juzgar y condenar a Judas en base a lo que otros interpretan. Pero desentrañar el misterio por sí mismo llevado sólo por el ansia de conocer la verdad, ya es otra cosa. Todos llevamos un Judas dentro de nosotros, como llevamos a un Bautista, a un Pedro, un Juan y a casi todos los personajes que figuran en los Evangelios. Si se entiende que estos escritos tratan principalmente del desarrollo interior del hombre, se comienza a ver la legión de personajes en sí mismo y también los hechos y acontecimientos que los relacionan.”
Extracto de la obra "El Vuelo de la Serpiente Emplumada", Libro I.